Buscándote

Te has ido... y no sólo has dejado una vacío en nuestra cama, en nuestra casa, en mi corazón...
también has dejado NADA en el aire.
Te habías puesto la camiseta porque tenías frío... no estabas del todo bien e incluso tenías algo de fiebre. Intenté hacerte sudar todo cuanto pude con la esperanza de hacerte eliminar tóxinas y mandar via la fiebre lo más rápido posible; al día siguiente tu billete de avión te llevaría de vuelta hacia la realidad.
El regreso del aeropuerto se me hizo eterno, no veía la hora de llegar a casa. Pensé que tu piel, bañada en sudor por la fiebre, habría empapado la camiseta dejando tu olor, el rastro que ayudaría a mi mente volar hasta ti. O que te traería de nuevo junto a mi.
Nada más cruzar la puerta de casa, corrí hasta nuestra habitación -ahora vacía y silenciosa-. Tomé la camiseta entre mis manos, la llevé hacia mi rostro y aspiré profundamente...
¡¡¡Maldita higiene!!! La dichosa camiseta... ¡¡¡NO OLIA A NADA!!!
Tu sudor no huele y eso está bien pero yo...
... me sentí aún más sola ...